SALUSTIO

·      Vida y obra.

 

         Gayo Salustio Crispo (87-35 a. C.) nació en Amiterno, pequeña ciudad de la Sabina. De origen plebeyo, aunque de familia acomodada, intentó hacer carrera política como homo novus: afiliado al partido democrático, enemigo de Cicerón, cuestor y tribuno de la plebe, obtiene un puesto en el Senado del que es expulsado (50 a. C.), bajo el pretexto de llevar una vida inmoral. Al estallar la guerra civil toma partido por César y desempeña en su ejército cargos importantes; tras la victoria, rehabilitado, vuelve al Senado y un año después (46 a. C.) recibe el mando de la provincia de África, en calidad de procónsul, cargo que aprovecha para estudiar la historia y geografía de Numidia. Con la muerte del dictador y a falta de su apoyo, llega también el final de la carrera política de Salustio.

 

         Todas las obras históricas de Salustio se escribieron después de la muerte de César. Su relato histórico es como un epílogo sobre los decenios que había presenciado: intenta ser el intérprete de la República, del progresivo deterioro de  las instituciones y del surgir sobre sus ruinas de un nuevo estado. La historiografia es un arte para Salustio y va a esforzarse por asemejarse a Tucídides. Sus discursos, cartas y digresiones no tienen la función de un adorno, sino que pretenden proporcionar una interpretación de las historias. Pero a diferencia de Tucídides, Salustio se acerca a los hechos con un espíritu dogmatizador, con una filosofía de la historia preconcebida, elaborada con anterioridad a base de sus experiencias y sus lecturas. Los hechos le interesan no porque puedan revelar el sentido de la historia mediante su análisis, sino porque le sirven de confirmación de sus ideas.

 

         Salustio pretende conseguir la máxima objetividad. Raras veces se puede demostrar en él una falsificación a sabiendas de la historia. No trata de favorecer ni a los de su partido ni a sus adversarios.

 

       La Conjuración de Catilina (sobre la conjura que preparó Catilina contra la República en el periodo consular de Cicerón) y la Guerra de Yugurta (narra la guerra de Roma contra Yugurta, rey de Numidia en los años 111-104 a. C.) son monografías centradas en un único episodio tratado exhaustivamente desde sus comienzos hasta su conclusión. Salustio eligió la monografía sobre temas recientes, porque ésta permite prolongar la política, extrayendo lecciones de los acontecimientos.

 

       Estas dos obras menores sirvieron de marco para encuadrar lo que fue su gran obra (reducida desgraciadamente a fragmentos), las Historiae, en la que se cimentó su prestigio en la antigüedad. Constaba de 5 libros y abarcaba un período breve (78-67 a. C.) en donde se narraba la guerra de Sertorio, la guerra de los esclavos y una parte de la guerra contra Mitrídates. De esta obra sólo se conservan 4 discursos y dos cartas, además de algunos fragmentos.

 

       Salustio ocupa un puesto singular entre los historiadores romanos hasta el punto de ser considerado el creador de la historia como género literario. Frente al interés personal de César en el relato de sus memorias o Commentarii, Salustio no aparece siquiera furtivamente como personaje en su obra y, siguiendo la teoría antigua, la historiografía es para él un arte.

 

·      Estructura y contenido de sus Monografías. 

       Respecto a los móviles que le indujeron a tomar el episodio histórico de la Conjuración de Catilina, se ha dicho que su propósito fue el de exaltar la democracia, atacar a Cicerón y defender a César contra la acusación de estar implicado en la conjura. De todos modos, no hay motivo para poner en duda la afirmación que el propio Salustio hace en la introducción de que desea tratar este tema con la mayor veracidad posible, porque considera el hecho memorable tanto por la novedad del mismo como por el peligro a que llevó a la República. Pese a este deseo, de escribir con la máxima objetividad, su obra es, en gran parte,  la de un hombre de partido; lo que más le interesa  es trazar una pintura de costumbres que respondiese a sus convicciones democráticas y mostrase al desnudo a la nobleza en su íntima corrupción.

        El Bellum Iugurthinum aparecerá a los ojos de Salustio como un hito que señalaba el comienzo de una era nueva y decisiva en la lucha de clase: se eleva al consulado a un homo novus, Mario; la aristocracia, representada por  Metelo, sufre un duro golpe y se ven también los comienzos de Sila, que abocarían a una despiadada tiranía. Su información en este caso es más exacta y completa: a los relatos existentes  añade los numerosos datos recogidos en el lugar de los hechos, Numidia, con lo que fortalece también considerablemente su sentido de la imparcialidad.

 

       Para Salustio el objetivo y móvil de la acción es la fama; pero una fama que se conquista mediante la virtus, la hombría de bien. Esta virtus, que labró la grandeza de Roma, sólo es digna de admiración cuando se encamina al bien, sobre todo al bien de la patria. Este es el punto principal de sus monografías, y si bien admira la  magna vis animi, la enorme energía de Catilina y Yugurta, no por eso deja de condenar su depravación moral. A través de las vicisitudes del relato es posible observar cómo un destino vengador va conduciendo a su ruina total a estos funestos personajes.

 

                        He aquí, pues, los elementos productores de la emoción dramática: la audacia y el riesgo, la energía del alma para el bien y el juego apasionante de la fortuna. Este elemento subjetivo del riesgo se manifiesta tanto en la elección de los temas como en el discurrir del relato. Salustio supo combinar estos dos elementos, la energía y el riesgo, con una gran habilidad narrativa.

 

       La Conjuración de Catilina es una violencia política con innegable valor histórico. Pero su auténtico valor está en la armonía interna del conjunto, que es como una pieza arquitectónica bien acabada. No cabe la menor duda de que Salustio concibe un plan previo de la obra y luego sigue un desarrollo fluctuante en el que las ideas se entrecruzan.

       Desde un punto de vista teórico, varios son los componentes básicos de esta monografía: en primer lugar estaría la “doctrina”, reflejo de la pretensión moralista de Salustio; un segundo nivel estaría  constituido por los acontecimientos históricos, premisas y observaciones que ponen cimientos sólidos a cada idea que a continuación se va a desarrollar. Otro componente del relato es el personaje central, Catilina, que no es lo más importante de la obra sino solamente el eje central alrededor del cual gira la acción. En niveles inferiores aparecen los personajes secundarios y, por último, el siempre existente desenlace.

 

       Este mismo esquema (doctrina - premisas condicionantes - personaje central - otros personajes - desenlace) se puede aplicar también a la Guerra de Yugurta, aunque con algunas diferencias: el contenido doctrinal es mayor, sobre todo en la primera parte, y hay en realidad  dos protagonistas: Yugurta y Mario. En toda la obra subyace, además, un trasfondo de dialéctica social: nobiles/homines novi.

 

       Otra diferencia fundamental es que mientras en  la Conjuración de Catilina son los hechos, las circunstancias, lo que gira alrededor del personaje, en la Guerra de Yugurta son los personajes quienes se mueven en torno a las situaciones políticas y sociales: pasan a ser centro de narración la ambición, el poder, el orgullo, los intereses políticos, etc.

 

       En definitiva, tanto en la Conjuración de Catilina como en la Guerra de Yugurta la narración de los hechos, en sí misma objetiva, no es sino una excusa de Salustio para llevar acabo una tarea subjetiva, especulativa: explicar, sirviéndose de dos hechos significativos, la crisis en que se vio envuelta la República, el desgaste y  deterioro de un sistema político y sus instituciones.

 

·      Rasgos de lengua y estilo. 

       Salustio busca la concisión; su pensamiento, además, no se expresa de forma fluida y natural, sino por medio de frases cortas que, por su esfuerzo en ser contundentes y originales, devienen en ocasiones oscuras. Este estilo, tanto en su concisión como en su oscuridad, busca de modo preconcebido la disimetría, la sorpresa.

 

       Los críticos coinciden a la hora de señalar el fuerte influjo que Tucídides ejerció sobre Salustio: sabe, como él, seleccionar los episodios en función de sus intereses, concentrándose dramáticamente en lo esencial y poner de relieve a grandes personalidades (César, Catón, Mario, etc.). A esta influencia debe Salustio su intento de dar a la historia un matiz filosófico, tratando de explicar las causas, las consecuencias y la concatenación lógica de los hechos narrados, aunque a veces sus digresiones sean triviales y retóricas y sus reflexiones morales adolezcan de formularias y parezcan dictadas por la hipocresía. Desde esta perspectiva se explica el gusto de Salustio por los adverbios temporales (como interim, interea, deinde que marcan la relación con otras circunstancias), por conjunciones como ubi y postquam y por el ablativo absoluto con matiz causal.

 

 

       Una de las características más notables de Salustio es el análisis psicológico de los individuos y de los entes sociales, que constituyen los factores que mueven el devenir histórico. Los personajes aparecen descritos con rasgos vigorosos, impresionistas y junto a ellos  Salustio se nos muestra como un gran observador de los ambientes sociales, grupos políticos, etc. En este sentido, la crítica alcanza a todas las clases sociales: a la nobleza, por la fanática defensa de sus privilegios, por su corrupción y vida ociosa; al pueblo, por sus iras inmediatas y mezquinas, por su odio de desheredados  con lo que se convierten en presa fácil de la demagogia de cualquier ambicioso.

 

       Para este fin se sirve de procedimientos ya empleados por Tucídides y la mayoría de historiadores romanos: los discursos, retratos y cartas. Salustio no intercala íntegramente los discursos y las cartas, no tanto por carecer del texto original como por no romper la unidad del estilo. De todos modos, estos discursos, por lo demás escasos, producen una sensación de desproporción y desequilibrio en  el conjunto de la obra. 

 

       En cuanto a los rasgos formales y sintácticos de su estilo narrativo, hay que destacar, además del empleo de frases participiales añadidas a la oración principal para explicar de forma marginal un rasgo psicológico, la utilización del infinitivo histórico. Esta construcción está dotada de una gran fuerza expresiva que reside en la intemporalidad que comunica  a las acciones de tal modo narradas; en otras ocasiones con el infinitivo histórico se consigue narrar de modo ágil la sucesión de hechos contiguos.

 

       Otros aspectos del estilo de Salustio son su especial sentido del ritmo (adecuación entre lo que se pretende narrar y la impresión que el autor desea dejar en el lector) y el gusto por la disimetría (utilización de quiasmos, zeugma, variatio, lítote, etc.) y la concisión narrativa.

 

       También el lenguaje de Salustio está impregnado de un tinte arcaizante, que se observa sobre todo en rasgos morfológicos y léxicos: acusativo plural en -is; 3ª persona del plural del Pret. Perfecto en -ere; quis en  lugar de quibus; formas de gerundio y gerundivo en -und en vez de en -end; foret en lugar de esset; nominativos  y  acusativos  de  la  segunda  declinación en -os, -om; verbos frecuentativos-iterativos, etc.